El Papel del Editor en el Boom Hispanoamericano

El término “boom” es contradictorio porque, entre otras cosas, no está relacionado al mundo literario, sino al mundo de la economía; específicamente, el comercio, el marketing y la difusión, entre otros. Sin embargo de ello, en la década de 1960 fue aplicado justamente para identificar lo que se podría llamar un “movimiento” literario ligado a la incursión, de manera “sorpresiva”, de la producción literaria de algunos novelistas de ciertos países de la América hispanohablante en la esfera española y, por tanto, europea y, por qué no, mundial. Consecuentemente, en este breve ensayo se argumentará que el factor predominante para el surgimiento del boom fueron las fuerzas económicas que lo rodearon, especialmente las que fueron propiciadas por los editores. Es así que el análisis toma como referencia una noción amplia de lo que implica el mundo del libro. Vale aclarar, no obstante, que todo esto no significa, en ningún sentido, menospreciar el valor de los autores o la calidad de las obras que forman parte del boom.

Un buen punto de partida es decir que los escritores, como regla general, no escriben para sí mismos aunque algunos así lo manifiesten. Esta problemática supone crear puentes entre el hacedor y el consumidor de esa producción literaria. Y es precisamente ahí que intervienen varios actores. Entre ellos están las casas editoriales, los premios literarios, los críticos literarios (que publican en varios medios), los medios de comunicación, la academia, los traductores, las bibliotecas, las librerías, las redes o los circuitos literarios (ferias, coloquios, charlas, etc.). La pregunta es qué hace posible que una obra sea leída. En el caso del boom que “explota” en España en los años 60, las respuestas son muchísimas, desde el “letargo” de los autores españoles y la situación sociopolítica y cultural del franquismo de aquel entonces –lo que Gracia (2004) llama “la ansiedad por atraer un horizonte de libertad” (p. 81)– hasta el histrionismo de los histéricos, envidiosos y paranoicos que recogen autores cómplices, como Donoso (1998). Sin embargo, la respuesta más contundente recae en lo que vendría a llamarse el “mercado” del libro. Sí, el libro es un producto y, si estamos de acuerdo con esta aseveración, entonces también deberemos estarlo con su característica fundamental que es el intercambio. Como todo servicio literario, el producto del ingenio de los escritores del boom también necesitó de un entramado llamado mercado que facilitara su promoción y difusión, es decir, su consumo. ¿Cómo tomó cuerpo el boom hispanoamericano de la mano de los editores, como actores fundamentales? A continuación, un breve recorrido.

Herra (1989) reconoce que el boom sí nació en un contexto comercial en el que el “buen ojo” de editores como Carlos Barral o Carmen Bacells, los más importantes, jugó un papel preponderante. Esto no nos debe sorprender porque quién más sino los editores para dar a conocer una obra literaria. Es a través de ellos que el libro toma forma y finalmente ve la luz del día. En esta dinámica, de la cual depende la supervivencia de muchas vidas, incluyendo, claro está, la del libro en sí, lo lógico es esperar que las cosas no se queden en el plano del buen ojo, sino que pasen, por la fuerza de su influencia, a la vida cultural general de las sociedades. Así, si un editor reconoce un buen texto, lo que debe buscar es que su autor tenga éxito porque sabe que este se convertirá en el suyo propio.

La realidad, sin embargo, es que, en el sistema capitalista en el que funcionamos, del que no se desprendió el boom, muchos de los libros que se publican no alcanzan el éxito esperado. Es decir, a pesar de la inversión realizada –en términos de talento pero también en términos de dinero y tiempo–, lo más certero es que se “fracase”, más que nada por el tamaño del mercado (por lo que muchas vece se habla de “éxitos locales” para no hablar de “fracasos totales”). De ahí que cuando una novela, como Cien años de soledad, se publica, lo que esperaríamos sería ver a todo el entramado comercial, que depende del mediático, trabajando para que todos los implicados o la mayoría de ellos (financistas, medios, críticos, libreros, bibliotecarios, etc.) alcancen el éxito. Es justamente lo que sucedió con esta y otras novelas del período, de la mano de Barral y Bacells. No de gana, por ejemplo, en el caso de Bacells, se habla de la “Mamá Grande de los gigantes de las letras hispanas”, que es como Vistazo, la revista de mayor circulación en el Ecuador, informó acerca de su fallecimiento en 2015.

Por tanto, según Herra (1989), “es explicable que el mundo del libro […] haya entrado de repente al prosaico mundo de los negocios y se someta a sus mismas leyes” (p. 11). Es más, recogiendo las ideas de Ángel Rama (1979), en su intervención en el coloquio preparado por el Wilson Center de Washington sobre The Rise of Latin American Novel con la ponencia titulada “Informe logístico (anti-boom) sobre las armas, las estrategias y el campo de batalla de la nueva narrativa hispanoamericana”, Herra señala que este vio al boom “como una manifestación propia de la sociedad de consumo” (p. 12). La autora inicia su resumen de este fenómeno con la idea de que “la modernidad ha entrado en la producción, información, difusión y mercadeo del libro en América Latina” (p. 12), por lo que añade que:

Se produce así una coyuntura en la que se aúnan una mayor difusión, y hasta propaganda […], con un mayor conocimiento de parte de los lectores y, por ende, con una mayor venta, todo ello como en una espiral: a más espacio dedicado en los periódicos a la difusión y crítica más venta, y a mayor venta, mayor producción. (p. 12)

Evidentemente, el factor determinante que convirtió al boom hispanoamericano en un verdadero estallido literario fue el comercial. Sin embargo, de ese engranaje, el instrumento crucial fue el papel de los dos editores mencionados.

Sin editores con sólidos criterios sobre el mundo del libro el boom no hubiera sucedido. Es por eso que Herra señala que “por ello se ha hablado de una alianza entre periódicos, editores y críticos como el gran negocio del “[b]oom” (p. 12). Al respecto, Gracia (2004) añade que “los fogones combinados de Carmen Balcells y Carlos Barral fueron explotados con plena conciencia comercial y literaria” (p. 56). No obstante, su análisis no se queda ahí, porque, enfatizando que el fenómeno se convirtió en sociológico, debido a la fusión detectada por Herra, el autor dice que este “fue comercial y aprovechado sin pausa” (p. 57). Este “sin pausa” es la mecha que se prendió para convertir al fenómeno en “boom”.

Para concluir, si el boom nace de la mano del mercado, por qué no sucedió lo mismo con Borges, Sábato, Rulfo, Carpentier, antes, en décadas anteriores; ¿acaso no había un mercado del libro en España? Para que el análisis presentado sea contundente hace falta ligarlo a las condiciones sociales e históricas que hacen posible que algo como el boom suceda. Sin embargo, aquí el reto fue presentar el factor más predominante: el papel de dos buenos editores. Es un requisito crucial para que el libro tenga éxito. Y, no solo eso, también para que, a propósito de un buen libro, se desarrolle cuatro mecanismos indispensables que hacen posible que el mundo del libro siga vivo: la educación de escritores para que aprendan a autogestionarse (¿venderse?, ¿reclamar sus derechos?); el refuerzo a la formación en las humanidades en todos los niveles educativos; la creación de nuevos públicos (lectores, sí, pero también asistentes a conferencias y demás curiosos); y el diseño y la puesta en marcha de políticas públicas culturales que reflejen las ganas de escribir, pero también las ganas de seguir leyendo.

Referencias

Donoso, J. (1998). Historia personal del “boom”. Madrid: Alfaguara.

Gracia, J. (2004). Una larga celebración: Las letras españolas en Hispanoamérica entre 1960 y 1981. En J. Marco & J. Gracia (Eds.), La llegada de los bárbaros: La recepción de la literatura hispanoamericana en España, 1960-1981 (pp. 47-81). Barcelona: Edhasa.

Herra, M. (1989). El «boom» de la literatura latinoamericana: Causas, contextos y consecuencias. San Ramón, Alajuela: Coordinación de Investigación, Sede de Occidente, Universidad de Costa Rica