Tiernas bestias

¿Qué le separa al humano del resto? El lenguaje; y, por eso mismo, también el silencio. En “Un sueño realizado”, que Juan Carlos Onetti escribió en 1941, hay varios escenarios que se entretejen para hacer de la palabra hablada y del silencio los protagonistas del relato. Esta breve reseña se centrará en el más importante de ellos: lo que se dice y lo que se calla al final, con la frase: “No se da cuenta que está muerta, pedazo de bestia”.

Esa frase la pronuncia Blanes, el personaje que –entre sueños, borracheras y pesadumbre–, seguramente está cansado de escucharle a Langman, el ex empresario de teatro que narra la historia, quizá para despertarlo del letargo en el que se encuentra, y después de que no entendiera que a Hamlet, la obra de Shakespeare, no la iba a volver a montar. Langman es un anciano que vive aislado, apoyado por una memoria que le remite a un pasado teatral, seguramente lleno de historias similares a la que se dedica a contar ahora. Sin embargo, Blanes pronuncia esa frase maldita como un intento a través del cual él también quiere desprenderse, bifurcarse, dejar a un lado al anciano y sus relatos, retomar su vida. Ambos, Langman y Blanes, buscan la libertad, pero, al intentar hacerlo, se inmiscuyen en relatos ajenos que les conducen por caminos similares pero diferentes.

Es justamente ese intersticio, el espacio en el que las voces y los silencios (propios y ajenos) habitan, el que da sentido a sus vidas. Para Muñoz (s.f.), el momento en que Blanes trata de “apagar la luz” o “bajar el telón” con su tremenda frase constituiría la puesta en escena de lo que él llama “la compasión cruel” (p. 5), distintivo estilístico, dice él, del autor Onetti, que hace que nosotros, sus lectores, pasemos, de manera íntima, a formar parte de su relato.

Por un lado está en juego la idea de la vida como plataforma teatral –abierta a la (re)escritura, al ensayo, pero también a la puesta en escena de nuestras historias, nuestros sueños y nuestras (re)interpretaciones–. De ahí que la reflexión que permea el relato sea: ¿quién sino la persona, dueña de su propia vida, para ser protagonista, de manera “ficticia” o “real”, de su propia narración? Así, si la compasión cruel existe, lo hace en la medida en que para contestar esta pregunta cada uno de nosotros formemos parte del relato ajeno, más de manera consciente que inconsciente.

En “Un sueño realizado”, hay varios ejemplos de este fenómeno. El ejemplo más claro es el de la mujer –“la loca”– que gracias a sus palabras, su paciencia y su empatía, pero también su silencio, insistencia y desapego da sentido a la existencia de Langman y su propia “locura”. Asimismo, es gracias a su muerte teatralizada –a la que llega como la culminación de un sueño del que sabe que solo hay una salida: la de despertar– que Blanes puede decir lo que dice. El momento que lo hace, los tres vuelven a retomar las riendas de sus caminos; es decir, los tres dejan de lado el silencio bullicioso del teatro de la vida –nuestras mentes que permanecen encantadas (¿agobiadas?) por tanto lenguaje, en vivo o en sueños– para volver a contar, en palabras o en silencios, una nueva historia o quizá la misma. Es más, si la mujer muere, no se sabe por cuánto tiempo. La respuesta seguramente será hasta que Langman o yo, el lector del cuento, vuelva a pensar en Onetti, su sueño realizado, el papel de “la loca”, Hamlet (como obra irrealizable)…, en fin.

Por otro lado, en “Un sueño realizado” también se desarrolla lo que Eduardo Galeano, en el documental sobre Onetti, realizado por Pablo Dotta en el 2009, recuerda como una de las enseñanzas más importantes que le transmitió el autor: la idea de que las palabras que merecen ser escritas son las que saben que son mejores que el silencio. Una vez más, estamos ante el reto de hablar/escribir o callar/recordar, no como un mecanismo binario del cual debemos escoger para saber que existimos, sino como parte constitutiva del ser humano que hace ambas cosas a la vez, continuamente, sea despierto o mientras duerme. De ahí que en el relato nosotros, los lectores, no podamos desprendernos y, más bien, pasemos a formar parte del acto narrativo.

Sí, si no lo leeríamos, el cuento nunca cobraría sentido. Es verdad, pero eso es solo para nosotros, en caso de que así decidiéramos proceder, cerrando el libro o simplemente no abriéndolo nunca (tal como hace Langman con Hamlet para, según él, desquitarse de la mala broma que siente que Blanes le está jugando). No obstante, el texto existe, por fuera y más allá de nosotros, tal como sucede con “la loca” que, aunque aparentemente muerta, sigue y se mantiene viva en connivencia con el resto de personajes (nosotros incluidos).

Una idea contundente que se desprende de esta parte de la propuesta narrativa de Onetti es que las historias (ficticias o reales, escritas u orales, vividas o soñadas, contadas o recordadas) existen y están ahí como elemento distintivo de lo que nos hace humanos. Se podría decir que la Literatura es lo que cuenta, sobresale o sobrevive –lo que Muñoz (s.f.) llama “una narración que existiría igual si no la conociera o la escuchara nadie” (p. 4). Sin embargo, lo que Onetti añade con “Un sueño realizado” es el componente de la repetición, sin el cual el concepto mismo de “Literatura” dejaría de existir.

Y es precisamente eso, lo que se está tratando de hacer aquí –a la manera de un acercamiento analítico, intelectual y teórico–, después de haberse repetido el paso del cuento por mi cerebro (varias veces), lo que llamamos “lectura”, que el relato cobra vida; y, con él, los personajes, la trama, el mensaje…, es decir, la historia de la Literatura. Es más, lo que potencia esta idea de repetición, como motor de la Literatura, es justamente la relectura, de la cual se resignifican los sentidos y, con ello, las interpretaciones, los análisis y los alcances teóricos. En el caso del relato en cuestión, esto se traduce a que cuando vuelva a aparecer “la loca” en la vida de Langman seguramente no tendrá la misma vida o, mejor dicho, tendrá una lectura diferente.

¿Qué le separa al humano del resto? Una sentencia como la de: “No se da cuenta que está muerta, pedazo de bestia”. Es algo violento, sí, pero Onetti, a través de “Un sueño realizado”, lo ha hecho de manera “tierna” (contándonos un cuento; además, sin exclamación alguna), para devolvernos a la vida, tal como le sucede a Langman de la mano de Blanes. Tiernas bestias, también porque ya no somos los mismos que cuando los leímos.

Referencias

Dotta, P. (2009). Imprescindibles – Juan Carlos Onetti. [Documental]. Madrid: Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. Recuperado de http://www.rtve.es/alacarta/videos/imprescindibles/imprescindibles-juan-carlos-onetti/1055707/

Muñoz, A. (s.f.). «Sueños realizados: invitación a los relatos de Juan Carlos Onetti». En J. Fernández (Ed.), Nuevos narradores hispanoamericanos: la herencia del “Boom” (pp. 1-15). Recuperado de http:// campus.unibarcelona.com/webapps/portal

Onetti, J. (1979[1941]). Un sueño realizado. En Obra completa. Madrid. Editorial Aguilar.