El Desprendimiento en el Poema XVIII de Trilce

Son traducibles solamente los poetas que trabajan con ideas,
en vez de trabajar con palabras […], en vez de buscar el tono o ritmo cardíaco de la vida.
-C. Vallejo (1973)

César Vallejo escribe Trilce, su segundo poemario, en un contexto de dolor personal que incluye la muerte (de su madre y un amigo), el fracaso frente al amor y la cárcel; pero también en un contexto de tragedia universal ligado a la primera guerra mundial. Y, como si eso fuera poco, cuando ve la luz en 1922, el libro es recibido con poco entusiasmo. No obstante, con el paso del tiempo, el texto, según la crítica, se posiciona como uno de los referentes principales, quizá el más importante, de la vanguardia poética hispanoamericana de principios de siglo 20.

Son muchas las cosas que se pueden decir de Trilce (1922) y varias las características que hacen del libro un acontecimiento histórico especial. En este breve ensayo, sin embargo, se analizará el poema XVIII (ver el Anexo I) para acercarnos a la propuesta vanguardista de Vallejo.

El poema, que narra la desolación del autor, mantiene un tono melancólico a lo largo de 23 versos que no siguen un esquema métrico o un patrón de rima, lo cual, en conjunto, alude al tema central que en él se desarrolla, tanto a nivel de forma como a nivel de contenido: la libertad. Vallejo busca librar al acto de decir de las normas tradicionales de la escritura. Lo que sorprende es que lo hace como lo haría un niño, nombrando la realidad desde el mítico “grado cero” barthesiano (Puñales-Alpizar, 2012, p. 94), que para Paz (1974) encierra el hecho de que “sus invenciones verbales nos impresionan no sólo por su extraordinaria concentración sino por su autenticidad” (p. 180). Es una estrategia de creación potente si se considera que lo que está en juego es el estado del autor, su perspectiva sobre la condición humana y el rol de la palabra en el devenir de ésta.

El punto de partida del poema es la celda. Como símbolo de opresión funciona porque, como se ha dicho, lo que Vallejo busca es subrayar el valor de la libertad, el mismo que fue puesto en duda, debido a que el texto fue escrito mientras permanecía injustamente encarcelado. También funciona como metáfora del lugar que habita el ser que ha sido convertido en huérfano. Para describirla, Vallejo habla de las “cuatro paredes” o “cuatro rincones” que la componen. La imagen que crea es de una desolación estremecedora porque en el segundo verso las cuatro paredes han adquirido la calidad de “albicantes”. Ubicados en medio de lo que hoy llamaríamos un “no-lugar”,  pronto nos damos cuenta que si las paredes son albicantes es porque la persona que allí habita habrá de confrontarse a sí misma, alejada de todo matiz. Eso, o dejar que a su alma la despojen de sustancia. Vallejo, como veremos, escoge la primera opción.

El viaje que el autor atraviesa es de ruptura y desprendimiento. Para Félix Grande, en el homenaje a Trilce organizado por la Casa de América en el 2012, el hecho de que Vallejo haya demostrado su vulnerabilidad en el texto no debe ser visto como una debilidad. Todo lo contrario, es, para Grande, parte de la valentía que va de la mano con su sentido de pérdida, en este caso no solo de su libertad sino, quizá más importante que aquello, también de su inocencia. El autor ha padecido los embates de la vida, sí, pero eso no ha sido suficiente para arrebatarle el derecho a ser poeta. Y, si se ha quedado profundamente solo, su argumento es que paradójicamente, aun en esa soledad, él será escuchado porque el lector, representado por el “terciario brazo” (v. 21), “ha de pupilar, entre mi dónde y mi cuándo,/ esta mayoría inválida de hombre.” (vv. 22-23, mi énfasis). La escritura como acontecimiento de vida y, una vez deletreado, también de permanencia es la reflexión que cierra el poema.

¿Cómo llegó la voz poética a abandonar la celda y habitar el desprendimiento del yo? Autor del dolor y, por tanto, de la pausa y el silencio, Vallejo nos confió el acto de “pupilar” (ejemplo de “invención verbal” a la que aludía Paz) para que no nos detengamos en la “mayoría inválida de hombre”, sino para que vayamos más lejos: al encuentro con el poeta. Desde el inicio, el poema está inmerso en el mundo de los números. Cuatro son las paredes que componen la celda. Luego, cuatro son los rincones que arrancan “aherrojadas extremidades”. Y, cuando la melancolía se apodera de la voz poética porque la madre, a la que llama “amorosa llavera de innumerables llaves” (v. 7), ya no está, el cuatro se ha dividido en dos pares hipotéticos: él con su madre y su madre con él, los dos peleando contra las cuatro paredes que le han arrebatado su libertad. “Contra ellas seríamos contigo, los dos, más dos que nunca.”, sentencia el autor.

Pero el sentimiento es infranqueable, puesto que a continuación, en la penúltima estrofa, el autor confiesa que lo que le duele es un “algo de madres que ya muertas/ llevan por bromurados declives,/ a un niño de la mano cada una.” (vv. 16-18). Este, si podríamos hablar de cine, sería el clímax de un film llamado “El desprendimiento”, puesto que en estos versos se desarrolla el corazón del argumento que postula este escrito. Por un lado, lo que inició como cuatro paredes albicantes de pronto ha sido despojado de su poder porque el dolor, nos dice el autor, se ubica más allá del espacio. Para Vallejo, el dolor se encuentra en la pérdida doble del ser amado, como persona y como recuerdo. Así, por otro lado, lo que se ha quebrantado es la inocencia del autor que ha debido despertar a la dureza de un mundo compuesto por “bromurados declives”, otra “invención verbal” que habla del vacío. Al final, como sabemos, el desprendimiento es total. O, dicho de otro modo, la escritura, en este caso el poema, es la que permanecerá.

Paso a paso, el poeta ha confrontado el dolor. Lo ha sentido. Lo ha compartido. Es más, la confrontación le ha conducido al vacío. Pero, no todo está perdido, porque de ese “tocar fondo” ha nacido el poema XVIII. Es con este y el resto de poemas que conforman Trilce que Vallejo le dio sentido a su “ritmo cardíaco de la vida”, y con ello inauguró un nuevo derrotero para la poesía hispanoamericana.

Referencias

Casa de América. (2012). César Vallejo, 90 años de la publicación del poemario Trilce.

Paz, O. (1974). Los hijos del limo (Segunda parte, pp. 127-191). Barcelona: Editorial Seix Barral, S.A. Recuperado de goo.gl/hJHdf1

Puñales-Alpizar, D. (Primavera 2012). Estrategias vanguardistas en César Vallejo y Carlos Oquendo de Amat. Teatro: Revista de Estudios Culturales / A Journal of Cultural Studies, 24(24), 91-109. Recuperado de goo.gl/CoeZUi

Vallejo, C. (1922). Trilce. Lima: Talleres Tipográficos de la Penitenciaría.

Vallejo, C. (1973). Electrones de la obra de arte. En El arte y la revolución, p. 69. Lima: Mosca Azul Editores. Recuperado de goo.gl/Jff9PP

Anexo I

XVIII

De Trilce, César Vallejo, 1922.

Oh las cuatro paredes de la celda.
Ah las cuatro paredes albicantes
que sin remedio dan al mismo número.

Criadero de nervios, mala brecha,
por sus cuatro rincones cómo arranca
las diarias aherrojadas extremidades.

Amorosa llavera de innumerables llaves,
si estuvieras aquí, si vieras hasta
qué hora son cuatro estas paredes.
Contra ellas seríamos contigo, los dos,
más dos que nunca. Y ni lloraras,
di, libertadora!

Ah las paredes de la celda.
De ellas me duele entretanto, más
las dos largas que tienen esta noche
algo de madres que ya muertas
llevan por bromurados declives,
a un niño de la mano cada una.

Y sólo yo me voy quedando,
con la diestra, que hace por ambas manos,
en alto, en busca de terciario brazo
que ha de pupilar, entre mi dónde y mi cuándo,
esta mayoría inválida de hombre.