Euler Granda nace en Riobamba, Ecuador, en 1935. En 1961, cuando publica El rostro de los días, su primer libro, han pasado siete años desde que los Poemas y antipoemas de Nicanor Parra irrumpen en la escena literaria hispanoamericana. Sin embargo, la influencia de la antipoesía, especialmente la idea de alejarse del lenguaje hermético de la vanguardia y acercarse más al cotidiano, está ahí.
Uno de los caminos que la antipoesía de Parra toma para llegar a Granda es el mismo que, en 1957, hizo de la “Hora 0” de Ernesto Cardenal un grito de protesta. Es así que “S.O.S.”, uno de los poemas más citados de El rostro de los días, habla de un espacio llamado “Ecuador” sumido en un presente que le es ajeno, indiferente y hasta convertido en enemigo de sí mismo (ver Anexo I). El Ecuador, según Granda (1961), es “lastimadura de la tierra,/ hueso pelado/ por el viento y los perros” (vv.2-4). Para él, al igual que para Cardenal, la poesía también ha de servir para evidenciar “el viento” (al que en el verso 15 llama “la intemperie”) y denunciar a “los perros”, que “nuestra agua propia”, dice, “nos venden en botellas” (vv.20-21). Cardenal hace lo mismo, excepto que para él, los perros tienen nombre y apellido: United Fruit Company.
Parra (1954) cierra el volumen de Poemas y antipoemas con el “Soliloquio del individuo” que concluye que “la vida no tiene sentido”. Cardenal, en “Hora 0”, y Granda, en “S.O.S.”, escuchan esta sentencia, pero tratan de hacer de ella un acto de rebeldía ante el sinsentido de la injusticia y la desigualdad social. Por eso, casi al final del relato, Cardenal concluye que el hombre caído en la rebelión no muere, sino que, convertido en héroe, “renace/ en una Nación” (vv. 444-445). Para Granda, la memoria también juega un papel importante, puesto que es uno de los motores que puede provocar el cambio. De hecho, aunque ninguno de los dos lo dice, ellos escriben para construir memoria. En el caso de Granda, una vez unido a la voz comunal, que aparece a lo largo del poema conjugando la intemperie (“nada nos pertenece”, sentencia el autor luego de insistir en que “Aquí/ ni nuestro propio suelo/ es nuestro” (vv. 16-19), la rebeldía se torna más sutil, gracias al uso estratégico del adverbio “aquí” y a la contundente metáfora del fusil y los cuervos con la que concluye el poema.
Incluido seis veces, cuatro de ellas como versos, “aquí” representa la urgencia de cambiar el espacio en el presente. Funciona como espejo; por ejemplo, cuando la voz poética lo describe como “montañas con los vientres saqueados” o “mar/ con los peces ajenos” (8-10). Pero también funciona como el eco que, debido a su repetición, requiere respuesta. Es como si lo que se pretendiera hacer es insistir en la frase coloquial “de aquí no me muevo hasta…”. Imbuido por la Revolución Cubana y sus repercusiones, Granda completa la frase con el siguiente imperativo que actúa como la única conclusión posible: “Aquí,/ pronto un fusil/ para bajar los cuervos.” (vv. 31-33). Es un postulado, como ya lo advertíamos y lo veremos a continuación, sutil y contundente.
Pedir alzarse en armas es sutil porque lo que falta es identificar los cuervos. Para Granda, al igual que para otros que reconocieron las posibilidades del antipoema, los cuervos, a manera de mediadores entre la vida y la poesía, solo podían ser el Vallejo, el Huidobro o el Neruda de la vanguardia. Por eso no es extraño que el poema se titule “S.O.S.” –señal que no significa nada en particular, excepto la urgencia de encontrar nuevos caminos poéticos–. Por el contrario, trasladado al nivel de lo social, los cuervos que deben morir son los mal agüeros que, tres versos antes, “para que nos caigamos/ están cavando huecos” (vv. 29-30). Así, si lo que queda del Ecuador de principios de los años 60 es el despojo, lo que cabe también es urgente: el cambio social.
“S.O.S.” no fue la primera instancia en que Granda convertía a la poesía en arma de solidaridad y denuncia. En efecto, aunque en el poema habla de “indios pateados como bestias” (v. 13) para referirse al maltrato que sufrían los indígenas ecuatorianos en aquel entonces, no es la primera vez que lo hace. “Poema sin llanto” (Voz desbordada, 1963 (escrito entre 1957 y 1960); ver Anexo II) empieza su denuncia reclamando que “Hoy mataron a Juan el huasicama” (Granda, 1963, v. 1). Luego explica cómo su muerte no le importó a nadie, a pesar de la brutalidad que la englobaba. Y cierra el poema identificando el crimen y al criminal así: “No hubo más,/ el patrón lo mató/ porque le dio la gana.” (vv. 28-30). Granda vio el nuevo camino que abría la antipoesía y lo condujo al espacio de la denuncia social.
No obstante, no redujo su rebeldía al hecho poético individual. Junto a otros poetas, en 1962 fundó el grupo de los “Tzánticos” ecuatorianos que, en su Manifiesto, establece que lo que buscaba, de la mano de la poesía, era descubrir “lo esencial” de lo que se suponía era el Ecuador, para lo cual habla de “saltar por encima de los montes, con una luz […] de auténtica Revolución” (Torres, 24 de junio de 2014, párr. 10). El término “tzántzico” se refiere a lo que en shuar, uno de los lenguajes originarios del Ecuador, se conoce como “hacedor de tzantzas” o “reductor de cabezas humanas”. Lo que los Tzántzicos buscaban era provocar, por medio de la poesía, el cambio social –o, lo que es lo mismo, la creación del nuevo hombre que proponía la Revolución Cubana. Mientras el experimento cubano continúa, el grupo de los Tzántzicos se desvaneció en 1969.
Felizmente para nosotros, Granda no solo fue y sigue siendo rebelde y tzántzico en lo social, también lo fue en otros ámbitos de la experiencia humana, incluyendo en el amplio espacio individual, donde a veces el sinsentido, con el que Parra cierra sus Poemas y antipoemas, cobra urgencia. En “La duda” (Etcétera, etcétera, 1964; ver Anexo III), por ejemplo, otro poema que es citado con frecuencia, Granda recuerda la ironía de Parra cuando, al dudar del concepto de esperanza, dice que siempre estamos “cayendo, y recayendo,/ en la trampa de ratas, que llaman esperanza.” (vv. 17-19). Quizá por eso, porque la influencia de Parra sobre Granda es innegable, es que se le conoce como el “anti poeta (ecuatoriano) por excelencia” (Oquendo, s.f., párr. 38).
Referencias
Cardenal. E. (1957). Hora 0. Recuperado de goo.gl/2xTZxk
Granda, E. (1961). S.O.S. En Poemas con piel de oveja. Antología (2009), p. 64. Quito: Libresa.
Granda, E. (1963). Poema sin llanto. En Poemas con piel de oveja. Antología (2009), p. 48. Quito: Libresa.
Granda, E. (1964). La duda. En Poemas con piel de oveja. Antología (2009), p. 69. Quito: Libresa.
Oquendo, X. (s.f.). El Siglo XX y el Modernismo: El nacimiento de la poesía ecuatoriana: 20 grandes poetas. Recuperado de goo.gl/C7pTGr
Parra, N. (1954). Soliloquio del individuo. En Poemas y antipoemas, p. 155. Recuperado de goo.gl/nk8FEJ
Torres, J. (24 de junio de 2014). Movimiento literario Tzan Tzicos [sic]. Recuperado de goo.gl/5EdCVk
Anexo I
S.O.S.
De El rostro y los días, Euler Granda, 1961.
Aquí Ecuador
lastimadura de la tierra,
hueso pelado
por el viento y los perros.
Aquí sangre chupándose en la arena,
piedras cayéndonos.
Aquí
montañas con los vientres saqueados,
mar
con los peces ajenos.
Aquí
hambre,
indios pateados como bestias,
páramos bravos,
piel a la intemperie.
Aquí
ni nuestro propio suelo
es nuestro;
nada nos pertenece,
nuestra agua propia
nos venden en botellas,
el pan cuesta un ojo de la cara
y hasta para morirse
hay que pagar impuestos.
A lo largo del aire,
medio sueño,
en el interrumpido bocado
del almuerzo,
para que nos caigamos,
están cavando huecos.
Aquí,
pronto un fusil
para bajar los cuervos.
Anexo II
Poema sin llanto
De Voz desbordada, Euler Granda, 1963.
Hoy mataron a Juan el Huasicama
lo mataron a palo en día claro,
lo mataron por indio,
porque trabajaba como tres
y nunca sació el hambre,
porque junto a los bueyes
arrastraba el arado,
porque dormía sobre el suelo
y con su mala suerte cobijábase,
porque amaba la tierra
como la aman los árboles;
lo mataron por bueno,
por animal de carga.
Se quedó
de los pies hasta el alma ensangrentado.
se quedó boca abajo
para que los trigales no le vieran
la cara destrozada,
quedó
como las hierbas
después que pasan los caballos
y nadie dice nada;
lo mataron sin que nadie lo notara,
sin que a nadie le importara nada.
El viento persistió en su erranza,
como siempre las aves revolaron,
siguió impasible el soledoso páramo.
No hubo más,
el patrón lo mató
Porque le dio la gana.
Anexo III
La duda
De Etcétera, etcétera, Euler Granda, 1964.
No sé,
si para bien o mal
pero algo
siempre nos rescata:
una nueva mujer,
un trozo de palabra
o algún sueño en hilachas.
Cuando estamos hundiéndonos
algún entrometido
nos saca de los pelos.
A empujones,
de nuevo,
nos meten al chiquero
y estamos,
otra vez,
sin escarmiento,
cayendo, y recayendo,
en la trampa de ratas,
que llaman esperanza.